La eterna juventud de James Barnor
El nonagenario fotógrafo ghanés es el protagonista de la exposición 'Ever Young', que se inaugura hoy en Casa África con videoconferencia incluida con el autor, que expone por primera vez en España
Año 1953, distrito de Jamestown, Acra. Un joven fotógrafo ghanés, James Barnor (Acra, 1929), abre su minúsculo estudio, animado por el éxito de sus retratos e imágenes de guateques, eventos públicos y fiestas. Lo denomina Ever Young, en honor a un poema sobre una diosa de la mitología nórdica, Iduna, armada con manzanas rejuvenecedoras y cuyo culto se liga a la fertilidad. Barnor aprendió el oficio con 18 años y se enamoró de la cámara. El flechazo fue mutuo.
Ever Young se le quedó pronto chico y se desparramó por la veranda y la calle. Abierto día y noche, acogía con la misma curiosidad, profesionalidad y empatía a vecinos de clase media, a la clase popular y a celebridades. Barnor les retrataba solos, en pareja o en grupo, disfrazados en ocasiones, con sus mejores galas en otras. Pronto, el sello de sus retratos se hizo inconfundible y su decorado, conformado por una estatuilla, telas y un estrado, devino marca. La voz se corrió. Se convirtió en alguien ineludible, que simulteneaba retratos y crónica social con fotoperiodismo. Mezcló escenas íntimas y eventos públicosy fue el primer fotoperiodista contratado por el Daily Graphic, un diario fundado en la Costa del Oro (futura Ghana) en 1950 por el grupo de prensa británica Daily Mirror. Barnor recibía regularmente encargos de Drum, una influyente revista sudafricana, antiapartheid, con la que colaboraba de manera habitual desde su lanzamiento en 1951. Insomne, como otros grandes de la fotografía africana que fueron testigos de una época única en la historia del continente, se fundió con el decorado público y privado de la época.
penas cuatro años después de que Ever Young abriera su puerta, el país se convertiría en el primer Estado africano independiente. El líder que arrebató el poder al colono inglés, Nkwame Nkrumah, sería el primer presidente del nuevo gobierno. En esa década de los 50, se dejaría fotografiar por Barnor en el sofá del hogar de Roy Ankrah, un boxeador ghanés flamante campeón superpluma del imperio británico. El propio Barnor se invitaría a la instantánea, joven, sonriente y con los ojos comiéndose el mundo. Inmortalizaría al presidente Nkrumah en múltiples ocasiones, igual que el ambiente expectante anterior a las independencias, el optimismo de un país recién nacido y sus primeros pasos inciertos, de tensiones geopolíticas contra el trasfondo de la Guerra Fría.
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