Me he venido dando cuenta durante mi corto transitar por el mundillo fotográfico que si hay un autor que ha influido y traumatizado casi a partes iguales en la historia de la fotografía ese no es otro que Henri Cartier-Bresson. Este hombre, según me han confesado recientemente en un taller de megautores, ha vuelto medio locos a muchos fotógrafos de su generación y de las posteriores con el famoso “instante decisivo”.
Al amigo HCB (nombre en clave) no se le ocurrió otra cosa que ilustrar su visión budista y zen de la fotografía mediante una foto, a todas luces, equivocada. Ahí tenemos a ese hombre, en la estación de Saint Lazare de París, a punto de ponerse calado hasta los calzones por saltar el charco cual infante con katiuskas. Pues bien, se supone que lo realmente importante no se encuentra tanto en lo que está a punto de suceder, sino que el instante decisivo se da porque se ponen “la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira”. Ahí es nada. Es decir, uno tiene una experiencia mística justo en el instante previo a que un hombre se cale hasta los huesos. Pues entonces estoy confundido.
Dicen los enterados de esto, que no confundir con los “iluminados” de los que hablaremos en breve, que la mayoría de los fotógrafos no entendieron bien el mensaje de HCB y se pasaron la vida buscando escenas en las que estuviera a punto de producirse algo inesperado, un momento mágico. Pero, como decimos los feos sobre la belleza, todo está en el interior. El bueno de HCB se mofó de todos los intrépidos cazadores de instantes mágicos, vacíos de sensibilidad de espíritu. El instante decisivo no es más que una alineación de elementos interiores, una cuasi-conjunción astral.
Y claro, me he puesto a pensar sobre esto de las confusiones, los engaños y los instantes decisivos y me he dado cuenta de que HCB se quedó corto. No hay sólo un instante decisivo en la fotografía, hay infinidad de ellos. Os pongo algunos ejemplos, pero seguro que a vosotros se os ocurren muchos más.
Instante decisivo emergente: dícese de aquél en el que el comisario de turno pone en el punto de mira a un atormentado joven fotógrafo (lo mismo se aplica para el género femenino) con algo de dinero ahorrado, le promete que lo convertirá en un artista emergente a cambio de una módica cantidad en cursillos, festivales y producción de obra por cuenta propia, y para ello sólo tiene que seguir la última tendencia fotográfica. Es decir, que si se dan el comisario, el emergente y la tendencia: clic.
Instante decisivo tecnológico: aplíquese a aquellos casos en los que reunimos a personas de media edad con recursos económicos que quieren hacer fotos igual de buenas que las del cuñado; una red social donde la gente esté dispuesta a perder el tiempo diciéndole al de al lado que es la releche de bueno si a cambio el otro le dice que el realmente grandioso es él; y una marca tecnológica capaz de hacer creer a dichas personas que nunca podrán hacer fotos realmente buenas si su cámara no incorpora la tecnología FLIPIC, obsoleta a los dos años. Es decir, si se da la crisis de los {30,40,50,60}, el descubrimiento de las redes sociales y la obsolescencia programada: clic.
Instante decisivo del emperador: observable en aquellos casos en los que tenemos a un fotógrafo infame que a base de pagarse sus producciones (o recaudar un poco de aquí y otro poco de allá) y ponerse los calificativos menos verosímiles pero grandilocuentes; instituciones públicas que con tal de llenar sus espacios expositivos a coste cero aceptan lo que les echen puesto que lo importante es que parezca que la cultura (sea eso lo que sea) no esté en crisis ni deje de acercarse al ciudadano; y una corte de críticos/expertos con lazos de interés o miedo a perder presencia en el mundo cultural que son incapaces de poner en su sitio al artista. Es decir, fotógrafo creído, crisis cultural y medias tintas: clic.
Habrá muchos lectores que a estas alturas estarán pensando que lo que he escrito hoy no es muy Cienojetes, que aquí no se ha puesto el humor satírico, los juegos de palabras y la palabra “fotaca” en el mismo punto de mira. Nosotros nunca dijimos que sólo hablaríamos de hombres a punto de caer en el charco, amigos.
Fuente: cienojetes.com
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