Como siempre andamos rodeados de palabrejas fotográficas que se nos enredan en los dedos, nos enturbian la mente y nos confunden, esta vez, dejaremos la definición para luego.
Ahora simplemente piensa: cuántas veces estás mirando una escena preciosa, de la que te gusta todo, con una luz mágica, unos colores preciosos, y decides sacar tu cámara para inmortalizar esa esencia, esa luz maravillosa, ese cielo lleno de infinitas tonalidades, encuadras, expones, disparas y ¡sorpresa! La fotografía y la escena no tienen nada qué ver. Te sale el cielo quemado, sin tonalidades, o la tierra oscura, sin texturas. Nada que ver con la maravillosa escena que tienes delante. ¿Verdad que te ha pasado millones de veces?
Bien, eso es debido principalmente a dos factores:
- Eso sucede en primer lugar, porque nuestro ojo es infinitamente mejor que una cámara (por muy profesional que ésta sea) en captar el detalle simultáneo en luces y sombras, ya que tiene la capacidad de adaptar la pupila continuamente a los diferentes niveles de brillo de la escena.
- En segundo lugar, porque la escena (aunque como somos capaces de procesarla correctamente a simple vista quizá no nos lo ha parecido), tiene demasiada diferencia entre las luces y las sombras como para que la cámara pueda procesar correctamente ambas, es decir, tiene más rango dinámico del que nuestra cámara puede captar.
RANGO DINÁMICO (o Gama Dinámica): es la capacidad de captar el detalle en las luces y en las sombras dentro una misma imagen. Es decir, nuestro objetivo ideal es conseguir negros y blancos casi puros con gran cantidad de valores intermedios.
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