jueves, 16 de noviembre de 2023

Fotógrafas que se retrataban para la burla


Entre Noruega y Nueva York hay casi 6.000 kilómetros de distancia, pero hubo un momento, a finales del siglo XIX, en la época victoriana, en el que pareciera que una corriente telúrica los había conectado con un chispazo. Ese destello lo protagonizaron, por un lado, Marie Høeg y Bolette Berg y, por otro, Alice Austen. A uno y otro lado del Atlántico Norte, estas tres mujeres se interesaron por la fotografía y, más allá de técnicas o intención documental, la emplearon como divertimento, que incluía hacer deporte, fumar o disfrazarse de hombre, con una intención reivindicativa de la libertad de la mujer, para hacer lo que les placiera y amar a quien quisieran.

Marie y Bolette se habían conocido en Finlandia, donde la primera dirigía dos estudios de fotografía, fueron fotógrafas y socias de un negocio de venta de postales y libros.  La primera, que posa en otra foto disfrazada de explorador, como si fuera su compatriota Amundsen, fue además agitadora social y sufragista, y alcanzó renombre a nivel nacional.
 


Su osadía ha quedado acreditada cuando el Museo Preus de Oslo adquirió en subasta en 1970 parte de su legado y encontró dos cajas marcadas como "privadas".El tesoro eran decenas de negativos donde la pareja posaba alegre con amigos y familiares. Un desafío burlón sobre los encosertados roles de género y el concepto de femineidad encauzado en el travestismo y el humor. En algunas escenas aparecen disfrazadas de hombres con todo el atrezzo de gorras, capas, fumando y hasta luciendo poblados mostachos. Un universo íntimo, impensable en la esfera pública, cuyo descubrimiento les aportó brillo internacional.



Las imágenes de Austen resultaron tan novedosas como escandalosas. Retrataba la relación de mujeres –y entre mujeres– en espacios donde se daban ambientes íntimos y distendidos donde las normas sociales de la burguesía a la que pertenecía perdían toda su vigencia en favor de la tolerancia.

Mujeres metidas en la cama con el pelo suelto asalvajado, vestidas con ropa masculina mirando divertidas a la cámara o retratos medio en cueros ataviadas sólo con enaguas, corsés y máscaras de disfraces mientras fumaban –una actividad, por cierto, por la que la mujer podía ser arrestada– eran sólo algunas de las instantáneas más transgresoras de la artista. Gertrude Eccleston, Julia Marsh, Sue Ripley –todas de familias de alta alcurnia– y la propia Austen servían como modelos y se divertían al margen de la sociedad, un hecho, explicaba a menudo la fotógrafa, que les valió el sobrenombre de The Darned Club (‘El Club Oscuro’).

“No me molestaba que los chicos nos pusieran ese nombre, es más, creo que nos convino porque la relación con estas chicas me ayudó a sobrevivir en mi sociedad, juntas podíamos reírnos y no estar avergonzadas de nuestras relaciones o de los que éramos. Creo, además, que muchos nos llamaron así porque les molestó estar al margen de nuestra diversión”, decía la estadounidense.



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