Durante más de cien años, Kodak fue sinónimo de fotografía. Con su famoso eslogan “You press the button, we do the rest” ("Apriete el botón, nosotros hacemos el resto"), la empresa estadounidense logró lo que pocos habían imaginado: hacer que cualquier persona, sin conocimientos técnicos, pudiera capturar un momento.

Sin embargo, hoy la marca que democratizó la fotografía atraviesa su etapa más difícil. En una era dominada por lo digital y los smartphones, Kodak sobrevive entre los restos de un pasado glorioso, aferrándose a la nostalgia de los carretes y las cámaras analógicas.
El caso de Kodak es más que una historia empresarial: es una lección sobre la evolución de la mirada. La compañía no supo adaptarse a tiempo a la revolución digital que ella misma ayudó a iniciar. Aun así, el legado de Kodak sigue vivo en cada fotografía impresa, en el olor del revelado y en la textura del papel fotográfico.

Quizá por eso, hablar de Kodak es hablar también de memoria. De cómo cada generación ha guardado su vida en pequeñas imágenes amarillentas, de cómo aprendimos a mirar el mundo a través de un visor.